sábado, 27 de marzo de 2010

Descripción de las tiendas clásicas


Fernández de los Ríos nos describe la aparición de las tiendas elegantes en su Guía de Madrid: “ Todavía en 1834 no había en Madrid más que tiendas mal surtidas, cuya apariencia exterior en nada se diferenciaba de las que se veían en los pueblos más atrasados: todas carecían de escaparates… En 1835 llamó la atención general la perfumería Diana, en la calle Caballero de Gracia, y una tienda de Quincalla al comienzo de la calle Montera: colocaron ambas las primeras portadas y escaparates al uso de París”

La influencia parisina es determinante, pues los mejores mueblistas y decoradores se inspiran en las boutiques de la capital francesa, si bien los madrileños crean sus propios modelos de una vistosidad y colorido extraordinarios, ya que Madrid contaba con artesanos de primer nivel, formados las escuelas gremiales de pintores, yeseros, vidrieros, herreros, carpinteros, ebanistas, marmolistas, ceramistas…

Nuestras tiendas tradicionales solían tener una portada clásica, generalmente realizada en madera. En ocasiones, la fachada enmarcaba también el portal del edificio en que se encontraba, y este tipo de portadas recibe el nombre de “galdosianas”, debido a que Galdós las menciona a menudo en novelas como “Fortunata y Jacinta”, libro que constituye todo un compendio de los usos del comercio madrileño.

Muchas veces se adornaba la fachada con esmerados trabajos de ebanistería, en forma de airosos modillones y mensulillas torneadas que sujetaban el cajón superior, así como semi-columnas rematadas en capiteles vegetales. Mármoles, vidrios curvados y bronces proponen una decoración basada en la alta calidad de los materiales. Los zócalos exteriores solían ser de mármol. Sobre la portada, el rótulo con el nombre del establecimiento (a menudo el nombre del dueño) y el número de la calle, a veces realizado con letras en relieve y casi siempre de vidrio pintado por detrás. Los cajones salientes fueron aprovechados recientemente para recoger los cierres metálicos de persiana.

Al llegar la noche, los gruesos cuarterones de madera que protegían el local se cerraban desde dentro afianzándolos con una tranca.

En el interior se hallaba el mostrador, generalmente de madera noble (nogal o roble). Uno de los tableros era abatible, para permitir el paso a uno y otro lado.

Las columnas de forja con capiteles sustituían a los tabiques, permitiendo una amplia visibilidad. Cubriendo los muros había zócalos de madera o azulejos, estanterías y anaquelerías de madera labrada, armarios y cajones con los productos dispuestos para la venta.

En el techo, las lámparas de carburo o de gas, después eléctricas, iluminándolo todo.

En la pared, el bonito reloj acompasando la larga jornada.

Foto: Álvaro Benítez

viernes, 19 de marzo de 2010

Hay trabajos en la vida de los que uno se siente especialmente satisfecho. Suelen ser aquellos trabajos que te motivan, que te ilusionan, que te emocionan por alguna razón. Son a veces trabajos en los que te dejas la piel a tiras; pero no te importa porque crees en lo que estás haciendo. Es el caso de este libro, que acaba de ser publicado. Atrás quedan tres años de un trabajo extenuante, a veces desbordante...de horas interminables en bibliotecas y hemerotecas, de bucear entre fichas y carpetas, de triturar la espalda ante el ordenador, de amenas charlas intermitentes con los tenderos, entre cliente y cliente, de de largos paseos por las calles buscando vestigios, tesoros semiocultos, joyas con el brillo apagado por las frenéticas luces de la ciudad, pero de una riqueza social, humana, estética, extraordinaria.
A esos comercios útiles, bellos, llenos de simpatía y encanto, con historia, con vida, con mucho que ver y de lo que aprender...a esos comercios tradicionales madrileños en los que fui descubriendo la magia y el encanto de mi ciudad. A esas papelerías donde hallaba todo lo necesario para mis escritos y dibujos, a esas pastelerías celestiales, a las librerías donde encontré los libros que me enseñaron a pensar y a soñar, a las panaderías a donde iba tras empezar a ganarme el pan, a las ferreterías donde se inició mi desastrosa carrera con el bricolage, a los ultramarinos donde todos hablaban con todos, a los mercados donde descubrí los colores y los sabores fundamentales,...a todas esas tiendas que iluminan las calles, a todos esos tenderos que con un enorme esfuerzo mantienen el tipo en momentos difíciles, sabedores de que en cualquier momento el pez grande les puede devorar a ellos, que son los peces chicos. Hace tiempo descubrí que en esos locales añejos y entrañables latía con fuerza el alma de Madrid.

viernes, 12 de marzo de 2010

Contenido del libro de las Tiendas:


Contenido del libro:

Aparte de contar brevemente la historia del comercio madrileño, el libro aporta una descripción de los estilos decorativos de las tiendas clásicas. Se narra la vida de los dueños y los dependientes en las diferentes épocas y se habla de la situación actual de estos comercios.

En diferentes capítulos nos adentramos en los diferentes sectores del comercio tradicional: pastelerías, calzado, librerías, peluquerías, etc.

En total, en el libro se mencionan 500 tiendas que reúnen los suficientes elementos para ser consideradas tiendas tradicionales o tiendas con utilidad y con encanto.

De ellas, 164 son comercios con más de cien años.

Entre todas ellas, elegimos dos centenares para contar sucintamente su historia, anécdotas y productos más interesantes.

También mencionamos 58 tiendas recientes con carisma y originalidad y de postre les proponemos una visita guiada por algunos de los comercios históricos más céntricos.


Indice del libro

-Breve historia del comercio madrileño

-Breve historia

-Los gremios

-Ferias y mercados

-La industria

-Las tiendas y los grandes almacenes

-Los comerciantes y los empleados

-Los comercios tradicionales

-Descripción de las tiendas clásicas

-Fisonomía de las tiendas

-Símbolos y letreros identificativos

-Influencias de los grandes estilos

-Las artes decorativas: la influencia parisina

-El vidrio protector y los nuevos escaparates

-Los Dulces y el Pan

-Vestido, complementos y tejidos

-Calzado y cuero

-Hogar,vajilla y reparaciones

-Mercerías, artículos religiosos y cererías

-Jugueterías, disfraces, regalos

-Las Tiendas de Alimentos

-Librerías, papelerías e imprenta

-Música, artes y antigüedades

-Peluquerías y perfumerías

-Joyerías y Relojerías

-Farmacias y herbolarios

-Varios

-Ruta guiada por comercios históricos

-Nuevas tiendas de interés

-La importancia del comercio tradicional

-Significado e importancia del comercio

-Una especie en peligro de extinción

-La datación de los comercios históricos

-El necesario apoyo institucional

-Un museo de artes y tradiciones

-El feísmo

-El objetivo de este libro

-Consejos para el cliente y el visitante

-Consejos para los comerciantes

-Bibliografía

-Indice de comercios

viernes, 5 de marzo de 2010

Breve Historia del comercio

El libro se inicia con una historia del comercio madrileño:

-“Vendo alfombra buena, barata. Pasa, amigo, yo invito a tomar el té. No comprar, sólo mirar” – Estos reclamos que podemos escuchar hoy día en los zocos de Marruecos, bien pudieron ser pronunciados hace doce siglos en la recién fundada Mayrit. Entonces se comerciaba en la Plaza de la Paja, y en lo que constituyó el primer eje comercial de la villa: la actual Calle Mayor, donde se vendían los alimentos.

Los zocos comerciales estaban dirigidos por el “Zabazoque”, funcionario encargado del orden, de las pesas y medidas y de evitar corruptelas como la de acaparar productos.

Mayrit contaba con talleres de herreros, cuchilleros, alfareros, pañeros…que ya tenían una cierta organización gremial.

No sabemos si en la época árabe había alfombras voladoras, lo que sí conocemos es que había impuestos, como el azogue, una especie de IVA que equivalía al 10 por ciento. Madrid ha estado desde siempre bastante cascamajada por los impuestos y las sisas, y si no que nos lo pregunten a los madrileños de ahora.

“¡Pan de Vallecas! ¡Vino de Arganda! ¡Ajos de Chinchón!” Estos y otros gritos se escucharían en los primeros mercados de la época cristiana, cuando además de la plaza de la Paja, había mercados en la Morería y en la actual plaza de la Villa. El jefe del zoco o Zabazoque árabe es sustituido por el Almotacén cristiano, con parecidas funciones.

Alfonso VI (1040-1101) primer rey cristiano de Madrid, define a la villa como población con predominio agrícola (cereales, viñedos, olivares). En tiempos de Enrique IV se reorganiza la distribución de las mercancías y se crean los asentadores en los mercados. Con los Reyes Católicos surgen los gremios (.........) Felipe II designa a Madrid como capital del Imperio y crea instituciones como la del Peso Real. El período de los Austrias menores hunde nuestra economía, pues el erario público se gasta en guerras absurdas. Del período borbónico, la figura estelar es sin duda Carlos III, “el mejor alcalde de Madrid” al decir de muchos. Con el monarca ilustrado surgen las sociedades económicas de amigos del páis (............) En 1834, Isabel II declara libres los comercios al por menor (........) Para Vicens Vives, la proletarización del artesanado será el hecho social más relevante del siglo XIX. Alfonso XII impulsa la creación de los mercados cerrados, al estilo de París, y durante su época (1874-1885) se implantan las tiendas elegantes y los almacenes de novedades...

(Fotos: Álvaro Benítez)